La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el
altar, o cerca de él, debe colocarse en todas las celebraciones por lo menos
dos candeleros, o también cuatro o seis, especialmente si se trata de una Misa
dominical o festiva de precepto.
De acuerdo a ello, hay dos opciones para poner los
candeleros: sobre el altar o cerca de éste. Si la cruz se pone en el centro del
altar, siguiendo la tradición, lo más conveniente es que se pongan las velas a
sus lados.
El número de candeleros es par, conforme a la Instrucción:
pueden ser dos, cuatro o seis.
De acuerdo a la tradición, que implícitamente reconoce la
Instrucción, aunque existan seis velas no se encienden todas en las
celebraciones. Se encienden dos en las ferias o memorias; cuatro en las fiestas;
y seis en los domingos y en las solemnidades.
Cuando celebra el obispo diocesano deben de usarse siete
velas según lo indica la Instrucción General del Misal Romano y el Ceremonial
de Obispos. La razón de esto es porque el número siete, en las Escrituras,
simbolizan la perfección. Siete son los días de la semana, siete los diáconos
para el servicio terrenal, siete los sacramentos, siete los dones del Espíritu,
y el Apocalipsis habla de siete lámparas ardiendo delante del trono. De esta
forma, se usan siete velas para destacar la plenitud del sacerdocio de la que
participa el obispo. Es un signo que expresa la preeminencia episcopal.
Hay que decir que sólo se usan las siete luces si el obispo
que oficia es el obispo diocesano, o sea, el que tiene la jurisdicción en la
diócesis. Si un obispo oficia fuera de su jurisdicción no se encienden las
siete luces, al igual que no portan báculo.
Ahora, en las misas de difuntos, aunque celebre el obispo
diocesano, no se usan las siete velas sino únicamente seis, de acuerdo a una
antigua tradición ya recogida en el Ceremonial de Obispos de 1886.
Por último, hay que señalar que es costumbre que las velas
del altar sean de cera blanca o color crema. No hay obligación de usar cera de
abeja. Las velas eléctricas, además de ser estéticamente feas, no cumplen con
el simbolismo de una vela natural: consumirse iluminando, como debemos hacer
los católicos en nuestra vida.
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