Para el Jubileo del año 2000 se modificó sustancialmente el rito de apertura de la Puerta Santa.
El Santo Padre llegó al atrio de la Basílica de San Pedro al final de una procesión compuesta por los acólitos, algunos laicos provenientes de los cinco continentes, los diáconos y los cardenales concelebrantes, mientas se entonaba el Salmo 121.
El papa se dirigió a la sede que se había dispuesto en ese lugar en donde hizo el signo de la cruz, el saludo litúrgico, una monición y una oración. Después se entonó el aleluya, se proclamo el Evangelio en lengua italiana, y se volvió a cantar el aleluya.
Tras eso, el papa se acercó en silencio a la Puerta Santa. Al estar frente a ella tuvo cantó las siguientes frases que fueron respondidas por todos los presentes cantando:
V/ “Haec porta Domini” (Esta es la puerta del Señor
R/ “Iusti intrabunt in eam” (Los justos entrarán por ella).
V/ “Introibo in domum tuam, Domine” (Entraré en tu casa, Señor)
R/ “Adorabo ad templum sanctum tuum” (Te adoraré en tu templo santo)
V/ “Aperite mihi portas iustitiæ” (Abrid las puertas de la justicia)
R/ Ingressus in eas, confitebor Domino (Entraremos por ella para dar gracias al Señor)
Después el papa abrió las dos hojas de la puerta empujándolas con las manos. Desde el interior de la basílica dos “sampetrini” lo ayudaron para abrir completamente la puerta. En cuanto la puerta se abrió, el interior de la Basílica, que permanecía oscuro, se iluminó.
Tras ello el papa se arrodilló y permaneció algunos momentos en silencio, que terminaron con la aclamación del coro: “Christus heri et hodie, Finis et Principium; Christus Alpha et Omega, Ipsi gloria in sæcula!” (¡Cristo ayer y hoy, Principio y Fin; Cristo Alfa y Omega, suya es la gloria para siempre!)
Después de la aclamación el Santo Padre regresó a la sede. Algunos fieles de Asia y Oceanía adornaron con flores los dinteles de la puerta y esparcieron perfumes mientras se tocaba música oriental.
Tras ello, el papa volvió a pararse frente a la Puerta Santa, en donde recibió el Evangeliario, con el que cruzó la puerta. Una vez que ingresó a la Basílica de San Pedro, devolvió el Evangeliario al diácono y se sentó en una sede colocada frente a la Piedad de Miguel Ángel, mientras algunos fieles provenientes de África hicieron sonar cornos en señal de gloria.
Posteriormente inició la procesión de entrada acompañada por el canto del himno jubilar por parte del coro. La procesión fue directamente hasta el altar en el siguiente orden: cruz, ceroferarios, acólitos, laicos, autoridades civiles, obispos, cardenales concelebrantes y, el diácono con el Evangeliario que era escoltado por fieles de América y Europa que llevaban flores y velas. Al final de todos iba en Santo Padre.
Al llegar frente al altar, se entronizó el Evangeliario y los laicos dejaron las flores y velas a su alrededor. Posteriormente el Romano Pontífice incensó el evangeliario y se dirigió a la sede colocada frente al altar.
Cuando el papa llegó a la sede, se cantó el texto de Proclamación del Gran Jubileo, al término del cual se cantó el Gloria. Tras ello se proclamó el Evangelio del día en griego y en latín. Después, la celebración de la Santa Misa prosiguió como de costumbre.
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