La Instrucción General del Misal Romano (n. 117) dispone que
sobre el altar deben de colocarse, al menos, dos velas. Este número puede
aumentar hasta seis.
Una antigua tradición dispone que si hay más de dos velas,
en las ferias sólo se encienden dos, pero los domingos, las festividades y las
solemnidades se encienden todas.
Sin embargo, cuando celebra el obispo diocesano deben de
usarse siete velas según lo indica la Instrucción General del Misal Romano y el
Ceremonial de Obispos.
La razón de esto es porque el número siete, en las Escrituras,
simbolizan la perfección. Siete son los días de la semana, siete los diáconos
para el servicio terrenal, siete los sacramentos, siete los dones del Espíritu,
y el Apocalipsis habla de siete lámparas ardiendo delante del trono.
De esta forma, se usan siete velas para destacar la plenitud
del sacerdocio de la que participa el obispo. Es un signo que expresa la
preeminencia episcopal.
Sólo se usan las siete luces si el obispo que oficia es el
obispo diocesano, o sea, el que tiene la jurisdicción en la diócesis. Si un
obispo oficia fuera de su jurisdicción no se encienden las siete luces, al
igual que no portan báculo.
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