martes, 24 de noviembre de 2015

El antiguo rito de apertura de la Puerta Santa


En la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro hoy se observa una puerta de bronce. Anteriormente no existía. En los años que no eran jubilares había un muro que impedía pasar por ahí. Al inicio de cada Año Santo se derrumbaba ese muro, permitiendo el paso para lucrar la indulgencia plenaria. En esos tiempos se colocaban una puerta de madera por la noche, cuando no se permitía la visita de peregrinos. 

En el jubileo de 1950, siendo papa Pio XII, se colocó la actual puerta de bronce en ese lugar. Esa puerta se puede observar desde el exterior, pues por el interior de la Basílica se observa un muro en los años no jubilares. 

Por ese motivo, desde 1500 y hasta 1970 el rito de apertura de la Puerta Santa no consistía en empujar las dos hojas de la puerta, sino en derrumbar el muro.

Con un martillo de oro o de plata dorada el papa le daba tres golpes al muro que cerraba la puerta diciendo “Aperite mihi portas justitiae, ingressus in eas confitebor Domino” (Abridme las puertas de la justicia; entrando por ellas confesaré al Señor). Tras ello, los albañiles completaban el trabajo de demolición del muro  mediante una cabria colocada en el interior de la Basílica.  Mientras los operarios hacían su trabajo, el papa se iba a sentar a su trono. 

El beato Pablo VI, en la Navidad de 1974 decidió permanecer frente a la puerta mientras los operarios realizaban su trabajo, lo que produjo que algunos fragmentos de la puerta lo lesionaran. 

En el Jubileo de 1983, tras el accidente del beato Pablo VI, se derrumbó el muro días antes de la apertura de la Puerta Santa, la que permanecía cerrada con las puertas de bronce. San Juan Pablo II dio los tres martillazos a la puerta de bronce, tras lo cual unos operarios la abrieron desde dentro. 

En el Jubileo del año 2000, san Juan Pablo II no dio los martillazos sino que empujó las dos hojas de la puerta de bronce. 

Una vez que se derribaba la mampostería que cierra la puerta, el papa se arrodillaba delante de la puerta, mientras los penitenciarios de San Pedro la lavaban con agua bendita. Luego, el papa tomaba la férula y se arrodillaba frente a la Puerta Santa, se entonaba el Te Deum e ingresaba a la Basílica seguido por el clero. 


Posteriormente, tres cardenales legados acudían, respectivamente, a las basílicas de San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor a realizar el mismo rito. 




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