Junto al cáliz que estrenó Pio IX al proclamar el Dogma de
la Inmaculada, en el tesoro de la Sacristía Pontificia, se encuentra una lata
de sardinas que usó como copón el cardenal checo Josef Beran durante las misas
que celebró en sus 12 años en prisión. A pesar de su pobreza y precariedad,
está enriquecido por el Cuerpo y la Sangre a la que se unió, humildemente, la
pasión del testigo cuyos restos, por especial privilegio, reposan hoy en las
cripta de la Basílica de San Pedro. El padre agustino Pavol Benedik, quien es
el sacristán papal, ha dicho que se guardan juntos porque “ambas son muy
importantes para la Iglesia”.
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