martes, 16 de junio de 2015

El papa y la fecha de Pascua


Hace unos días el papa Francisco se pronunció sobre un tema litúrgico: la fecha en que se celebra la Pascua, retomó la antigua propuesta de que todas las confesiones cristianas unifiquen la fecha.

¿Por qué hay fechas distintas?

La fiesta de la Pascua es de origen judío. De acuerdo al Éxodo (12,1-14), los judíos, cada año, el 14 de Nisán, coincidiendo con la primera luna llena de primavera, celebran la intervención de Dios en su historia al liberarlos de la esclavitud de Egipto en tiempos de Moisés.

Jesús modificó el significado de esta fiesta, convirtiéndola en la conmemoración de su muerte y resurrección, por medio de la cual liberó a la humanidad entera de una esclavitud mucho mayor que la sufrida por el pueblo hebreo a manos de los egipcios: la esclavitud del pecado y de la muerte.

En los primeros siglos, las comunidades cristianas siguieron principalmente dos tendencias respecto al día de celebración de la Pascua. Para unificar estas dos tendencias, en el concilio de Nicea (325) se establecieron las normas para fijar la fecha de la Pascua:

- que la Pascua se celebrase siempre en domingo;

-que no coincidiese nunca con la Pascua judía, que se celebraba independientemente del día de la semana, para evitar paralelismos o confusiones entre ambas religiones; y

- que los cristianos no antepusieran nunca la fiesta de Pascua al equinoccio de primavera.

En esas normas no se decía nada sobre si el equinoccio era el 18 o el 21 de marzo. Fue un par de siglos más tarde en que Dionisio el Exiguo  consiguió que la Iglesia romana adoptase como fecha de equinoccio el 21 de marzo de cada año.

En aquél tiempo estaba en uso el calendario que había implantado el emperador Julio César en el año 46 a-.C, que se conocía como calendario juliano, y que modificaba el calendario lunar por uno solar, buscando que coincidiesen las estaciones del año con fechas fijas del calendario.

El calendario juliano se basaba en la idea de que la tierra invertía 365 días y 6 horas en dar una vuelta alrededor del sol. Sin embargo, este cálculo era incorrecto, porque tarda 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Esto significa que había un desfase de 11 minutos al año, que con el paso del tiempo se convirtieron en días. Así, cuando se celebró el concilio de Nicea (325), el equinoccio ya se había desplazado del día 21 de marzo al 25. Con el paso del tiempo este desfase siguió aumentando, por lo que el Concilio de Trento (1545-1563) determinó corregir el calendario para que el equinoccio aconteciera el 21 de marzo, como en tiempos del concilio de Nicea (325), pues se había alcanzado una diferencia de 10 días.

El papa Gregorio XIII (1572-1585) hizo realidad este deseo conciliar, al reformar el calendario el 24 de febrero de 1582, por medio de la bula Inter gravissimas. Ahí se decretó que en ese año se sustrajeran 10 días al calendario, de modo que después del día 4 de octubre se pasara al 15 de octubre. Por otra parte, para evitar desfases futuros, dispuso que fueran bisiestos aquellos años cuyas dos últimas cifras sean divisibles por 4, exceptuando los múltiplos de 100 (1700, 1800, 1900...), de los que se exceptúan a su vez aquellos que también sean divisibles por 400 (1600, 2000, 2400...).

A partir de este cambio realizado por el papa dejó de haber uniformidad en la fecha de la Pascua, ya que inicialmente sólo fue aceptado por los países donde la Iglesia católica tenía influencia. Esto significó que en los países donde no seguían la fe católica (como ortodoxos, protestantes y anglicanos) este calendario tardó años, o incluso siglos, en ser implantado.


Ahora bien, a pesar de que a nivel mundial el calendario gregoriano está implantado, las Iglesias ortodoxas, prácticamente en su totalidad, siguen utilizando el calendario juliano para fijar sus fiestas litúrgicas. Así oriente y occidente no celebran la Pascua el mismo domingo porque aplican los principios fijados por el concilio de Nicea (325) a calendarios distintos, aquéllos al juliano y éstos al gregoriano.

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