Una de las más hermosas tradiciones de la Roma católica es,
sin duda, la bendición de los corderos en la festividad de Santa Inés. Cada 21
de enero son presentados al Papa dos corderos criados por los monjes de la
abadía trapense de Tre Fontane (en las afueras de la Urbe, lugar donde fue
martirizado el apóstol San Pablo).
La bendición tiene lugar en la festividad de Santa Inés, a
la cual, por cierto, se suele representar con un cordero. Y es que el nombre de
Inés en latín, Agnes, es una variante
de “agnus”, que significa “cordero”.
Este animal es considerado símbolo de pureza e inocencia por su aspecto y por
su lana cándida. Y Santa Inés fue pura e inocente y pereció por seguir
siéndolo.
El Romano Pontífice pronuncia sobre ellos la bendición
ritual en medio de una ceremonia breve, al cabo de la cual, los corderos son
entregados a las monjas de Santa Cecilia. Son ellas las encargadas de tejer con
la lana trasquilada a estos corderos benditos los palios que el Santo Padre entrega
a los arzobispos metropolitanos el día de San Pedro y San Pablo como signo de
comunión con Roma.
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