Nos pidieron que explicáramos la forma en que un sacerdote
puede llegar a ser obispo, y la forma en que un obispo llega a ser cardenal.
Atendiendo a esta petición (como atenderemos cualquier otra que nos sea
factible), intentaremos explicarlo.
El mundo está dividido territorialmente, desde el punto de
vista de la Iglesia, en diócesis. Cada diócesis es gobernada por un Obispo, que
cuenta con un clero (sacerdotes y diáconos) para la atención de sus fieles.
Los fieles laicos forman parte de una diócesis por residir
en su territorio. El clero forma parte de la diócesis porque se incardina a
ella en el momento de su ordenación. Es decir, todo sacerdote se ordena para
una diócesis (salvo los religiosos que se ordenan para su comunidad). Pero,
¿cómo se nombra el obispo de cada diócesis?
La respuesta a esta pregunta es sencilla. Hay una diócesis
en el mundo que tiene primicia sobre las demás. Su obispo tiene primacía sobre
las demás. Es la diócesis de Roma y su obispo, el papa.
El Romano Pontífice, por medio de su primado, tiene la
potestad de nombrar a todos los obispos de las diócesis del mundo.
Pero antes de la decisión del Santo Padre se llevan a cabo
una serie de procedimientos y mecanismos que vamos a explicar a
continuación.
Para eso hay que decir que las diócesis se agrupan en
conjuntos llamados “provincias eclesiásticas”. Un ejemplo. Las diócesis de
Atlacomulco, Toluca, Cuernavaca y Ciudad de México forman la Provincia de
México. Otro ejemplo: la provincia del Bajío la forman las diócesis de León,
Celaya, Irapuato y Querétaro.
Entre las diócesis hay una que funge como “coordinadora” de
las demás. No tiene ningún poder sobre las otras. Solo las coordina. A esta
diócesis se le denomina “arquidiócesis” y su obispo “arzobispo”. Se trata de
nombres honoríficos, no tienen poder sobre las otras diócesis, a las que se les
conoce como “sufragáneas”.
Los obispos que integran una provincia se reúnen cada tres
años y elaborad de común acuerdo y bajo secreto una lista de presbíteros
(también de entre los miembros de institutos de vida consagrada) que sean más
idóneos para el episcopado. Esa lista se la envían a la Nunciatura Apostólica
de cada país.
La Nunciatura Apostólica es la embajada de la Santa Sede ante
el gobierno de cada país. Si un país no
tiene relaciones diplomáticas ante un gobierno, existe una Delegación
Apostólica. El Nuncio o Delegado tiene funciones diplomáticas ante el gobierno,
pero también tiene aspectos de representación del Santo Padre frente al pueblo
de Dios.
Cuando queda vacante una diócesis por la renuncia, el
traslado a otra diocesis, o la muerte de su obispo, la Nunciatura Apostólica
realiza una investigación de todos los que integran las listas que les han
facilitado las provincias eclesiásticas. Deba analizar su moral, sus
costumbres, su doctrina, la forma en que sirven a sus comunidades como
pastores.
Tras la investigación, la Nunciatura Apostólica envía tres
nombres de candidatos a la Santa Sede, así como toda la documentación
relacionada con ellos, los resultados de la investigación.
Una de las Congregaciones de la Santa Sede se encarga de
analizar a los tres candidatos. En el caso de América Latina lo hace la
Pontificia Comisión para América Latina, que es presidaria por el cardenal
Oullet. Para el resto del mundo lo hace la Congregación para los Obispos.
Esta Congregación se encarga de presentar al Santo Padre un
candidato para ocupar el servicio de obispo de la diócesis que ha quedado
vacante. Si al papa le parece bien, lo nombra. Si no, se repite el proceso.
No obstante, el Pontífice tiene la potestad de nombrar a
quien le parezca oportuno como obispo de cualquier diócesis, con independencia
del procedimiento anterior. Por ejemplo, el Papa Francisco, tras su elección, nombró
un nuevo obispo para la diócesis que había dejado, Buenos Aires, sin este
procedimiento. Conocía su diócesis y quién podía ocupar el cargo.
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