El Sábado Santo no se celebra la misa. La Iglesia está de
luto por la muerte de su Esposo. Pero a la última hora del día se celebra la
Vigilia Pascual. Litúrgicamente se entiende que se trata del Domingo de
Resurrección y no del sábado. Se debe procurar que la ceremonia se celebre lo
más tarde posible. En el Vaticano la misa empieza a la 23 horas y se lleva a
cabo en la Basílica de San Pedro.
La Vigilia Pascual comienza en el atrio de la Basílica. Todo
el tempo permanece oscuro. En el atrio está una fogata encendida. El papa
bendice ese fuego, que se le conoce como “fuego nuevo”. Le llevan un cirio,
sobre el que graba la cruz, el alfa y el omega (la primera y la última letra
del alfabeto griego) en señal de que Jesús es el inicio y el fin de la
creación. Graba también los cuatro números del año y, finalmente, le pone cinco
piedras de incienso. Esa vela, el cirio pascual, es símbolo de Cristo. Una vez
que está listo, un diácono lo enciende, en señal de que ha resucitado, de que
se ha vuelto a encender la Luz del Mundo.
Cuando ha ocurrido eso, entra el papa y los concelebrantes a
la Basílica que aún permanece a oscuras. En cada uno de los lugares en que se
levantó la cruz el día anterior, se levanta el cirio mientras el diácono canta
“Lumen Christi”, “Luz de Cristo”. Después de que se levanta por segunda vez,
todos encienden una vela con la luz del cirio, en señal de que la luz de la fe
nos viene de Cristo. La tercera vez que se levanta, se encienden la mitad de
las luces de la Basílica.
Cuando la procesión llega al altar, se coloca el cirio
pascual junto al ambón. Es importante que se cuide este detalle en todas las
parroquias. La Palabra de Dios y la Luz de Dios van juntas. Su Palabra es
nuestra luz. El cirio no es un elemento decorativo que puede ir en donde sea.
Aunque sea importante, no debe ir en el centro del altar.
Al estar todos en sus lugares, un diácono va al ambón y
canta el Pregón Pascual, un precioso canto que recuerda la resurrección de
Cristo. Es muy hermoso. Se alaba a las abejas que produjeron la cera para
elaborar el cirio, y se dice una frase muy fuerte y real “feliz culpa que
mereció tal Redentor”, en referencia al pecado de Adán y Eva.
Tras el pregón pascual, se apagan las velas y comienza la
Liturgia de la Palabra. Se leen siete lecturas del antiguo testamento, que
resumen la Historia de la Salvación. Tras cada lectura se proclama un salmo.
Una de las lecturas recuerda la salida de Egipto y el paso por el mar. Esta
lectura no termina con “Palabra de Dios”, porque el salmo que sigue es parte
del relato del Éxodo, es su continuación, es lo que cantó el Pueblo de Israel.
Después de cada salmo el papa reza una oración.
Tras las siete lecturas del Antiguo Testamento, un diácono
se acerca al papa y dice “Os anuncio un gran gozo: el Gloria”. Y comienza el
himno, durante el cuál se hacen tocar todas las campanas, como en el Jueves
Santo, desde donde habían callado. Mientras se entona el gloria, se encienden
las velas del altar y el resto de las luces de la Basílica.
Después del gloria se proclama una lectura de la carta de
San Pablo a los Romanos. A ésta no le sigue un salmo, cuya antífona es el
Aleluya. Un aleluya que se dice tres veces. Después de que se canta el salmo
del aleluya se proclama el Evangelio como de costumbre y se hace la homilía.
Acabada la homilía se lleva acabo la liturgia bautismal. En
el caso del Santo Padre sí hay bautizo de catecúmenos. Si ni hay catecúmenos,
se renuevan las promesas bautismales. Ojalá en muchos casos haya a quién
bautizar. Recordemos que los catecúmenos han estado presentes en toda la
liturgia de Semana Santa.
Este rito comienza con el canto de la letanía de los santos,
que culmina con una oración, tras la cual el papa bendice el agua bautismal,
para la cual dice una oración el papa y mete el cirio pascual dentro del agua.
Tras ello, cada uno de los catecúmenos hace la renuncia a Satanás, la profesión
de fe y recibe el bautismo. En el caso de adultos, ahí mismo son confirmados.
Después de ser bautizados, reciben la vestidura blanca. En el caso de los niños
no se nota este rito, porque ya van de blanco. Pero en los adultos si se ve
como reciben una capa blanca, símbolo de que están limpios de pecado.
Acabado el rito del bautismo, todos los fieles renuevan su
renuncia a Satanás y reiteran sus promesas bautismales. Hecho esto, en señal de
recuerdo al bautismo, los diáconos recorren el templo aspergeando a los fieles.
Acabado este rito, inicia la Liturgia Eucarística, y
prosigue la misa como de costumbre. Es recomendable utilizar la Plegaria
Eucarística I. Al final se despide al
pueblo con cualquiera de las fórmulas a las que se añade la palabra Aleluya,
Aleluya. Por ejemplo, “Pueden ir en paz, aleluya, aleluya”. A esto se contesta
también con aleluya, aleluya: “Demos gracias, aleluya, aleluya”. Esto se repite
durante todo el Tiempo Pascual.
El domingo por la mañana se celebra la Misa del Día de la
Resurrección del Señor. El Santo Padre lo hará en la Plaza de San Pedro, que es
adornada con millones de flores. Por eso se conoce ese día como “Pascua
florida”. Realmente se vuelve un jardín la plaza. Es muy bello.
La misa es como la de costumbre. Pero en el caso del papa sí
hay una modificación. Tras la procesión de entrada y antes de iniciar la misa
se lleva a cabo el “rito del Surrexit”. Como San Pedro fue el primer testigo de
la resurrección, ahora el papa, el sucesor de Pedro, también vuelve a ser el
primer testigo. Consiste en que los diáconos abren un tríptico de Jesús
Pantocrátor mientras un diácono canta que Jesús resucitó en tres ocasiones.
Salvo con esa variación, se trata de una misa como la de
cualquier domingo de pascua.
Acabada la misa, el papa sube al balcón central de la
Basílica de San Pedro, desde donde imparte la bendición Urbi et Orbi, con la
que podemos ganar indulgencia plenaria.
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