lunes, 23 de marzo de 2015

El Jueves Santo


El Jueves Santo el papa preside dos celebraciones litúrgicas. Por la mañana celebra la Misa Crismal. Esta celebración se lleva a cabo en la Basílica de San Pedro. Esta es una misa que sólo pueden celebrar los obispos. El papa lo hace como obispo de Roma.

La misa se celebra como de costumbre hasta la homilía. Tras ésta, se lleva a cabo la renovación de las promesas que hicieron los sacerdotes de la diócesis de Roma el día de su ordenación. Lo mismo hacen con su obispo todos los sacerdotes del mundo.

Una vez que han renovado sus promesas, se llevan en procesión tres ánforas con aceite desde la parte posterior de la Basílica hasta el altar. Las ánforas se hicieron hace pocos años, durante el pontificado del Beato Juan Pablo II por artistas españoles.

Cada ánfora es acompañada por personas que tienen significado. El que contiene el oleo de los catecúmenos, por algunos de los catecúmenos que serán bautizados en la Vigilia Pascual; el de los enfermos, por algunos dolientes; el de el crisma por jóvenes que se confirmarán y diáconos que serán ordenados.

Cuando se encuentran ahí, delante del Santo Padre, comienza la bendición o consagración, según sea el caso.

En primer lugar se bendice el oleo de los enfermos. Este es el aceite que se utiliza para ungir a los enfermos durante el Sacramento de la Unción. Su uso es ya era mencionado por el apóstol Santiago y es símbolo del vigor y de la fuerza que da el Espíritu Santo en el Sacramento, con el que se transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el de Jesús. Se bendice con una oración y con el signo de la cruz.

En segundo lugar se bendice con una oración y con el signo de la cruz el oleo de los catecúmenos. Este aceite se usa en el para ungir a los que están preparándose para el Bautismo, los llamados catecúmenos. Este óleo extiende el efecto de los exorcismos, para que los bautizandos reciban la fuerza para renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida. En el caso de los niños, lo reciben en la misma ceremonia del bautismo, poco antes de ser bautizados. En el caso de los adultos, se usa en una ceremonia anterior a la del bautismo, llamada de recepción al catecumenado.

En tercer lugar se consagra (aquí no se bendice sino se consagra) el santo crisma. La palabra “crisma” es griega y denomina un ungüento aromático mezcla de aceite de oliva (que representa la fortaleza) y bálsamo oloroso (cuyo aroma representa el suave olor de la vida cristiana). Su etimología proviene de “chrio”, ungir, que ha dado origen al término “Christos” que significa “El Ungido”. De ahí deriva la palabra Cristo, con la que designamos al Salvador.

El crisma se usa justo después de que una persona recibe la triple infusión de agua en el bautismo, por los que se confirman y por aquéllos que reciben el orden sacerdotal. También se usa para consagrar los nuevos templos, vertiéndose sobre el altar y sobre las paredes de la nueva iglesia.

La consagración del crisma se hace de la siguiente forma. Un diácono anuncia cantando que es será el santo crisma. Tras ello, vierte perfume en el aceite. Después el Santo Padre sopla sobre el aceite mezclado con perfume. Este es un signo que viene del mismo Jesús, quien sopló sobre los apóstoles para transmitirles el Espíritu Santo. Los obispos, sucesores de los apóstoles repiten el gesto.

Cuando el papa ha soplado, dice una oración, tras la cual, todos los concelebrantes junto con el Santo Padre levantan su mano derecha hacia la ánfora y dicen una oración consagratoria, en medio de la cual hacen el signo de la cruz sobre el crisma.

Una vez que se hizo la bendición del oleo de los catecúmenos y de los enfermos, y se consagró el santo crisma, la misa continúa como de costumbre. Los párrocos suelen recoger los óleos que les corresponden a su parroquia al finalizar la misa. Por la tarde, es costumbre recibir los tres oleos solemnemente junto con la comunidad parroquial.

Por la tarde, el Santo Padre celebra la Misa in Coena Domini, la Misa de la Cena del Señor. Con ella inicia el Triduo Pascual. Al igual que los dos años anteriores, el Papa Francisco no la celebrará en la Basílica Catedral de San Juan de Letrán, como era la costumbre papal, sino en una cárcel.

Esta misa se celebra como de costumbre, pero con algunas peculiaridades que destacamos.

1.- Antes de la misa se retira el Santísimo Sacramento. No debe estar reservado en el Sagrario de ninguna Iglesia.

2.- Durante todo el Gloria se hacen tocar todas las campanas. Al finalizar, se hacen callar. Eso significa que no se tocan la campana durante la consagración. Es importante que cuidemos este detalle en todas las iglesias.

3.- Después de la homilía, el papa deja la casulla y hace el lavatorio de los pies a doce personas, para recordar el gesto de Cristo durante la última cena.

4.- En el ofertorio es importante poner muchas formas para que se consagren, porque serán las que se utilicen al día siguiente, ya que no puede celebrarse la misa y, por tanto, no pueden consagrarse.

5.- Después de la comunión se deja el copón sobre el altar. Tras la oración después de la comunión no se da la bendición, como un símbolo de la continuidad entre las tres celebraciones que constituyen el Triduo Pascual.


6.- Después de esta oración el papa lleva el copón con el Santísimo Sacramento con el velo humeral y en procesión hasta el Monumento, una capilla especialmente preparada para dejar el Cuerpo de Cristo guardado hasta la siguiente celebración. Es costumbre adornar este monumento con muchas flores y que permanezca abierto para la adoración de todos durante la tarde del jueves y la mañana del Viernes Santo.

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