La capa pluvial con la que san Juan Pablo II abrió la Puerta
Santa en el Jubileo del año 2000 generó en su momento gran polémica. Y sigue
generándola. Con ese motivo, quisiera tocar un tema de quiénes son los
proveedores de ornamentos del Santo Padre, que me han pedido.
En primer lugar decir que no es uno solo un proveedor, sino
muchos. Iré poniendo sus nombres y sus diseños próximamente. Sobre todo,
pasando la Semana Santa, pues antes hay que comentar cosas relacionadas con ésta.
Pero ahora les platico que la capa pluvial usada por Juan
Pablo II en diciembre de 1999 fue confeccionada por Stefano Zanella y Gianluca
Scatto, quienes la diseñaron junto con el entonces maestro de ceremonias, Mons.
Piero Marini.
La capa era de tres colores: rojo, azul y oro. Querían
representar, por una parte “setecientos gramos de fuego, oro y sangre”. El
tejido adamasquinado, confeccionado en una fábrica de Prato, en la Toscana, “simbolizaba
el sagrado acontecimiento: una puerta de oro, acceso místico al Paraíso que
conduce al cielo, representado por unos reflejos azules” apuntaron.
Además contaba con un broche (rationale) creación del
orfebre francés Doudji, iluminado en el centro por un cordero místico blanco,
en marfil, y enmarcado por 12 piedras.
Stefano Zanella es sacerdote católico de rito oriental,
ordenado en el Líbano, en el seno de la comunidad siria de Antioquía. Nacido en
Treviso, es licenciado en Musicología (es un apasionado del canto gregoriano),
en Filosofía y en Teología. “Comencé a hacer ornamentos litúrgicos como un
hobby”, confiesa.
Por su parte, Gianluca Scattolin, también originario de
Treviso, siguió como aficionado cursos de arte dramático y se interesó por la
escenografía y por el vestuario teatral. Finalmente, y bajo la influencia
estética del cineasta y director escénico Peter Greenaway, se dedicó a crear
adornos sagrados.
Zanella y Scattolin trabajaron juntos en la capa pluvial pontificia durante más
de diez años. Los dos estilistas concibieron “una nueva aproximación a la
vestimenta litúrgica, siguiendo la tendencia marcada por la Iglesia de
reconciliarse con el arte sagrado y los artistas, al tiempo que se aleja del
minimalismo austero de los últimos 40 años”, según sus palabras.
“Se trata de establecer una nueva relación con el arte, con
la estética y con el mundo contemporáneo, sin renunciar al oro ni a la
revalorización de la fe a través de la imagen y de la belleza visual.”,
Concluyeron en una entrevista concedida a un periódico.
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