Tras la homilía, el que va a ser consagrado se pone de pie
frente al altar. El Santo Padre lo interroga sobre su fe y sobre sus
disposiciones.
Este interrogatorio comienza con esta monición que hace el
papa sentado en la sede: “Una antigua disposición de los santos Padres establece
que quien ha sido elegido para el Orden episcopal sea previamente examinado
ante el pueblo, sobre su fe y sobre su futuro ministerio. Por tanto, amado
hermano, es necesario que, en primer lugar, hagas ante la iglesia, aquí
reunida, tu profesión de fe.”
Y le pregunta los artículos de la profesión de fe: “¿Crees
en la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios,
todopoderoso, en tres personas iguales en su naturaleza, poder y eternidad, con
una sola voluntad y majestad, por quien fueron creadas todas las criaturas
celestes y terrestres, visibles e invisibles, corpóreas y espirituales?” A lo
que responde “Sí, creo firmemente.”
Otras de las preguntas que le hace son: ¿Te comprometes a
mantenerte fiel a la fe católica?, ¿Rechazarás toda herejía, toda doctrina y
toda postura que altere la fe genuinamente católica y la organización
fundamental de la iglesia?
Al final, el papa le dice: “Dios, que comenzó en ti esta
obra buena, él mismo la lleve a término.”
Acto seguido, el que será consagrado se postra en tierra,
como en su ordenación presbiteral, y el coro recita las “Letanías de los Santos”.
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