Una vez que el nuevo obispo se ha sentado con la mitra y el
báculo en su cátedra (o sede en el caso de las consagraciones que hace el
papa), se dirige frente al altar, y ahí recibe el “osculum pacis”, el signo de
la paz de todos los obispos presentes, como una forma de significar que se ha
integrado al colegio episcopal.
Tras este signo, la misa continúa como de costumbre con el
ofertorio, la plegaria eucarística y el rito de la comunión. Concluida la
oración después de la comunión, el nuevo obispo recorre toda la basílica con
mitra y báculo bendiciendo al Pueblo de Dios, mientras se entona el Te Deum. Es acompañad por los diáconos que le asisten.
Cuando ya recorrió toda la basílica, el Santo Padre imparte
la bendición final, con lo que termina la misa de consagración episcopal.
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