Terminada la Oración de consagración algunos presbíteros
colocan a cada ordenado la estola al estilo presbiteral (a los lados del pecho
y no cruzada diagonalmente) y le visten la casulla.
Seguidamente el papa unge con el santo crisma las palmas de
las manos de cada ordenado con el santo crisma que consagró el Jueves Santo. Es
un signo de que reciben un sacramento que imprime carácter, es decir, que nunca
se pierde. Ellos son ahora sacerdotes para siempre, “sacerdos in aeternum”. Ese
aceite es símbolo de Cristo, por ello se llama crisma. Han sido identificados
con Él, para actuar en su nombre –in persona Christi- al consagrar el pan y al
perdonar los pecados.
Mientras los unge les dice:
“Jesucristo, el Señor,
a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.”
Tras ello, algunos fieles llevan el pan y el vino al papa,
como se hace comúnmente durante el ofertorio. Con ellos, un diácono prepara el
cáliz vertiendo el agua y el vino, y se lo lleva junto con la patena al papa
que sigue en la sede.
Cuando tiene el cáliz con el vino y la patena el papa, los
nuevos sacerdotes se acercan al Santo Padre, quien les entrega el pan y el vino, como señal de
que les da la potestad de celebrar la Santa Misa, mientras les dice:
Recibe la ofrenda del pueblo santo
para presentarla a Dios.
Considera lo que realizas
e imita lo que conmemoras,
y conforma tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.
Cierto es que también reciben el poder de perdonar los
pecados en nombre de Jesús. Pero no existe un rito especial para ello, porque
el ejercicio de este ministerio está condicionado a que reciban las licencias
por parte de su obispo.
Cuando todos han recibido el pan y el vino, se acercan
nuevamente al papa, quien los abraza diciéndoles “La paz este contigo”. Tras
ello, todos los presbíteros presentes los abrazan uno a uno, como un símbolo de
que son acogidos por los presbíteros dentro de su orden.
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