Terminada la homilía del papa, se lleva a cabo el
interrogatorio a los elegidos para el presbiterado. Para eso, los diáconos se
ponen de pie frente al papa, quien les hace 5 preguntas sobre sus disposiciones
sobre el ministerio para el que serán ordenados. Estas son:
1.- ¿Estáis dispuestos a desempeñar siempre el ministerio
sacerdotal en el grado de presbíteros, como buenos colaboradores del Orden
episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándoos guiar por el Espíritu
Santo?
2.- ¿Realizaréis el ministerio de la palabra, preparando la
predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y
sabiduría?
3.- ¿Estáis dispuestos a presidir con piedad y fielmente la
celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la
Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y
santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
4.- ¿Estáis dispuestos a invocar la misericordia divina con
nosotros, en favor del pueblo que os sea encomendado, perseverando en el
mandato de orar sin desfallecer?
5.- ¿Queréis uniros cada día más a Cristo, sumo Sacerdote,
que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagraros a
Dios para la salvación de los hombres?
Cada uno de ellos responde “Si estoy dispuesto” a cada una
de las preguntas.
Después de esto, cada uno de los elegidos se acercan frente
al papa y se arrodillan frente a él con las manos juntas. El Santo Padre pone
sus manos por encima de las manos de cada diácono y le pregunta si le promete
respeto y obediencia.
El ordenando le responde que sí promete. Tras ello, en
Romano Pontífice le dice una frase muy bonita: “Dios, que comenzó en ti la obra
buena, él mismo la lleve a término.”
El año pasado, el Papa Francisco varió esta frase y les dijo
“Dios, que comenzó en ti una obra buena desde niño, el mismo la lleve a
término”, quizá para hacer referencia al bautismo.
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